No es el caso Koldo ni el caso Ábalos, es el caso PSOE

En los últimos días se ha destapado una trama de contratos públicos de adquisición de mascarillas por parte de diversas administraciones del Estado durante la pandemia de COVID-19, cuyo presunto cerebro es Koldo García Izaguirre, antiguo chófer y asistente del socialista José Luis Ábalos, que fue ministro de fomento/transportes entre 2018 y 2021. Sin embargo, el caso salpica también al ex-ministro de sanidad Salvador Illa, a la ex-presidenta de Baleares y actual presidenta del Congreso de los Diputados Francina Armengol y, probablemente, al mismísimo Pedro Antonio Sánchez. Ahora podemos entender por qué en España se alargó de forma tan excesiva y surrealista la obligatoriedad del bozal en ámbitos en los que en el resto de Europa hacía tiempo que se había eliminado para siempre.

No al bozal, ni en el hospital

Con el brote de gripe (el mismo de todos los años, el mismo que hasta 2019 pasaba sin pena ni gloria) se cierne una nueva amenaza sobre los españoles: la vuelta al bozal. Si el pasado mes de julio dábamos por superados los horrores vividos desde que en 2020 llegó el jodido virus de Wuhan, ahora vuelven a activar el discurso asustaviejas y se ven más bozales por la calle. Incluso, algunas regiones, han reestablecido (ilegalmente) la obligatoriedad de portar el trapo en centros sanitarios. Y mañana, reunión de la MeMa con los consejeros de sanidad para ver qué medidas se toman. Miedo me da…

La desbozalización definitiva… ¿inminente?

A día de hoy, España es ya el único país de Europa donde aún te piden que te pongas el bozal para algo tan sencillo como comprar una caja de aspirinas. Aparte de que sólo se pueden comprar en farmacias (y no en supermercados, como en otros países… lo que daría para otro largo debate), es que para entrar a una farmacia aún nos exigen a los españoles ponernos el puto trapo facial, mientras que en el resto del Viejo Continente el bozal ya es historia, la pandemia y el COVID ya son historia y miran hacia adelante. Sin embargo, en España han tenido que esperar a la convocatoria de elecciones generales para anunciar la retirada del bozal en los pocos sitios donde aún es obligatorio llevar el trapo en la boca y no lo era en 2019.

¿Hacia la desbozalización definitiva?

Después de tres años de circo plandémico, en España aún quedan algunos lugares donde el bozal sigue siendo obligatorio. Éstos son las farmacias, las residencias de ancianos, los centros de salud y los hospitales. Cuando la gente normal ha dado ya carpetazo al cobicho y ha vuelto a la vida anterior a la plandemia, algunos quieren mantener la situación de anormalidad bozalera y recordarnos una negra etapa que los demás queremos simplemente dejar atrás. En otros países de Europa el bozal es historia… pero en España siempre somos los últimos en desbozalizar, pues no fue hasta el pasado mes de febrero cuando al fin pudimos volver a respirar en el transporte público, mientras en toda Europa (salvo Alemania) hacía tiempo que se le podía ver la cara a la gente en el metro sin tragarse encima el CO₂ propio.

Un paso más en la desbozalización… pero no el definitivo

El pasado día 7, el Consejo de Ministros anunció la retirada del bozal obligatorio en el transporte público, siendo los últimos de Europa en retirar esta ya innecesaria medida. Al día siguiente, se publicó en el BOE y entró inmediatamente en vigor. El gobierno socialcomunista se quiso guardar esta medida para justo antes de las elecciones municipales de mayo, en las que el PSOE puede darse un batacazo en muchas plazas y perder un gran número de alcaldías por todo el territorio nacional. Sin embargo, unos valientes llevaron la obligación de llevar bozal en el transporte público, algo ya redundante a estas alturas, cuando ya casi toda la población está vacunada y en toda Europa han prescindido ya del maldito trapo en el transporte público.

Parece que el circo llega a su fin

Después de más de dos años de distopía, el circo montado en torno al virus que nos llegó de China a principios de 2020 parece que está a punto de bajar el telón de una vez por todas… al menos, en Occidente. Desde la pasada primavera, en Europa y América han ido poco a poco levantando restricciones, eliminando la obligatoriedad del bozal en la mayoría de ámbitos. Sin embargo, en España siempre vamos a remolque y somos todavía uno de los pocos países de Europa donde aún hay que llevar bozal en el transporte público. Es precisamente bajar al metro o subirse en un autobús lo que te recuerda que la distopía sigue ahí, donde casi todos los pasajeros van con la expresión mutilada a estas alturas de la partida. Sin embargo, donde no es obligatorio, como supermercados o centros académicos, el bozal ha sido relegado a un papel testimonial y ya sólo los más temerosos lo siguen llevando. Y en la calle, menos aún, casi nadie lleva ya bozal. El bozal es la mayor señal de esta distopía covidiana y su casi total desaparición nos hace al fin ver la luz al final del túnel.

¿Aún pretenden alargar el circo?

Desde que el pasado mes de abril se suprimió la obligatoriedad del bozal en la mayoría de interiores (quedan algunos reductos, como el transporte público, donde debemos ir aún, a estas alturas de la película, correctamente embozalados), los españoles respiramos (y nunca mejor dicho) normalidad casi absoluta. Podemos entrar al supermercado a cara descubierta, o al banco, o a centros académicos, como escuelas y facultades… incluso podemos entrar ya sin bozal a un bar o restaurante, donde ya nos quitábamos el trapo facial a la hora de consumir o, incluso, sentarnos en la mesa. ¿Significa esto que se ha acabado el circo del COVID-19? Quisiera creer que sí. Sin embargo, una cierta sensación de incertidumbre me invade. Aunque el virus ya apenas está en los medios, hay quien habla ya de una séptima ola y aún se ve demasiada gente con bozal por la calle (aunque respeto su decisión, me preocupa que puedan condicionar las decisiones de los psicópatas que nos gobiernan y que nos afectan a todos), por lo que podemos temer la amenaza de la vuelta atrás no se ha esfumado.

La desbozalización avanza… pero despacio

La semana pasada al fin el gobierno socialcomunista nos concedió el permiso para no llevar bozal en espacios interiores, aunque no en todos. Dejó aún el bozal obligatorio en centros sanitarios, sociosanitarios y en el transporte público (aunque no en andenes y estaciones, donde podemos ir al fin a cara descubierta). Aunque el decreto publicado en el BOE sólo contempla esos tres supuestos, han surgido muchas dudas acerca de si una empresa puede obligar o no a sus trabajadores a llevar bozal… o incluso si un comercio puede imponer el bozal a sus clientes. Con este gobierno que legisla de forma tan chapucera, todo es posible.

¿Cuándo podremos quitarnos al fin el puto bozal?

Tras el torearnos el gobierno socialcomunista con el bozal en la calle y su obligatoriedad o no de un día para otro, ha llegado ya la hora de plantearse una cuestión vital: quitar el puto bozal en interiores también. La incidencia del virus chino ha ido poco a poco remitiendo, así como la gravedad de los síntomas, tanto que se han eliminado las cuarentenas de los casos leves y asintomáticos. Son medidas que nos acercan a la normalidad, pero mientras haya bozales no habrá normalidad.

Te pongo el bozal, te lo vuelvo a quitar… porque a las pandemias vamos a jugar

Los que ya tengáis una edad y, como yo, hayáis sido niños en la década de los 80 notaréis que estoy parafraseando una canción infantil de Teresa Rabal… y los que no seáis más jóvenes quizá hayáis visto hace unas semanas a Loles León imitándola en Tu cara me suena, programa de Antena 3. En cualquier caso, el título del artículo viene a denunciar la locura de normativas cambiantes a la que nos hemos venido enfrentando durante los últimos dos años, desde que aquel jodido virus chino desembarcó en España. Esta locura no es sólo por los cambios en el tiempo, sino también por tener 17 normativas, una por cada taifa autonómica, más la nacional. Unas veces el gobierno socialcomunista asumía el control total y otras delegaba en las autonomías, según quisiera o no comerse el marrón de aplicar medidas impopulares. Normal que los españoles nos estemos volviendo tarumbas.