A día de hoy, España es ya el único país de Europa donde aún te piden que te pongas el bozal para algo tan sencillo como comprar una caja de aspirinas. Aparte de que sólo se pueden comprar en farmacias (y no en supermercados, como en otros países… lo que daría para otro largo debate), es que para entrar a una farmacia aún nos exigen a los españoles ponernos el puto trapo facial, mientras que en el resto del Viejo Continente el bozal ya es historia, la pandemia y el COVID ya son historia y miran hacia adelante. Sin embargo, en España han tenido que esperar a la convocatoria de elecciones generales para anunciar la retirada del bozal en los pocos sitios donde aún es obligatorio llevar el trapo en la boca y no lo era en 2019.
Si nos remontamos a 2014-2015, cuando la política española se puso patas arriba, no podemos olvidar de dos fuerzas que vinieron a romper el bipartidismo imperante desde la Transición: Podemos y Ciudadanos. Los primeros, una fuerza de extrema izquierda surgida al calor del 15-M y que movilizó a sectores de la población que hasta entonces optaban por la abstención. Los segundos, un partido de centro liberal que había nacido para luchar contra el nacionalismo separatista en Cataluña y que de repente daba el salto a la política nacional. Ambos han sido fundamentales en el desarrollo de la política española en los últimos años, pero los últimos acontecimientos parecen apuntar a que su tiempo se acaba y que su espacio lo ocuparán otras opciones políticas. A las 9:00 abrirán los colegios en toda España (bueno, en Canarias una hora más tarde… pero allí también serán las 9:00) y veremos qué nos depara esta jornada electoral.
Después de tres años de circo plandémico, en España aún quedan algunos lugares donde el bozal sigue siendo obligatorio. Éstos son las farmacias, las residencias de ancianos, los centros de salud y los hospitales. Cuando la gente normal ha dado ya carpetazo al cobicho y ha vuelto a la vida anterior a la plandemia, algunos quieren mantener la situación de anormalidad bozalera y recordarnos una negra etapa que los demás queremos simplemente dejar atrás. En otros países de Europa el bozal es historia… pero en España siempre somos los últimos en desbozalizar, pues no fue hasta el pasado mes de febrero cuando al fin pudimos volver a respirar en el transporte público, mientras en toda Europa (salvo Alemania) hacía tiempo que se le podía ver la cara a la gente en el metro sin tragarse encima el CO₂ propio.
El pasado día 7, el Consejo de Ministros anunció la retirada del bozal obligatorio en el transporte público, siendo los últimos de Europa en retirar esta ya innecesaria medida. Al día siguiente, se publicó en el BOE y entró inmediatamente en vigor. El gobierno socialcomunista se quiso guardar esta medida para justo antes de las elecciones municipales de mayo, en las que el PSOE puede darse un batacazo en muchas plazas y perder un gran número de alcaldías por todo el territorio nacional. Sin embargo, unos valientes llevaron la obligación de llevar bozal en el transporte público, algo ya redundante a estas alturas, cuando ya casi toda la población está vacunada y en toda Europa han prescindido ya del maldito trapo en el transporte público.
La pasada semana un honrado ciudadano de Cazalegas (Toledo) irrumpió en directo en el magacín matinal Hablando claro, de La 1 de TVE. Os dejo el momento que ya ha quedado para la posteridad:
Estábamos siempre acostumbrados a un mundial en junio-julio, cuando el calor más sofocante azota a las naciones de las latitudes medias del Hemisferio Norte. Pero este año ha sido distinto. Allá por 2010, esa FIFA corrupta por un tal Joseph Blatter decidió otorgar la organización de la Copa del Mundo del año 2022 (el que ya toca a su fin) a un pequeño emirato en un apéndice de la Península Arábiga, un país conocido como Qatar. Se sospechaba que un país con una superficie similar a la media de una provincia española no podía organizar una Copa del Mundo… y menos con 32 selecciones.
Nos encontramos en unas fechas atípicas para la celebración de una Copa del Mundo de fútbol. Habituados a ver este acontecimiento en los meses de junio y julio, cuando las principales ligas acaban de terminar sus temporadas, a los aficionados se nos hace raro ver un mundial en noviembre y diciembre, lo que causa una grave disrupción en el calendario de competición, especialmente en Europa.
Últimamente estoy pasando por un mal momento en lo personal, por lo que no he podido publicar un artículo en condiciones este mes. Me habría gustado poder ciscarme en los covidiotas que pretenden alargar el circo pandémico, en los que quieren que nos calentemos con una fogata este invierno, en el gobierno socialcomunista de Antonio y en otros muchos que merecen nuestra ira. Os dejo esta minientrada para que sepáis que sigo ahí y no he desaparecido, pero me han faltado fuerzas para crear contenido para mi blog, esperando que el próximo mes sea más propicio.
Después de más de dos años de distopía, el circo montado en torno al virus que nos llegó de China a principios de 2020 parece que está a punto de bajar el telón de una vez por todas… al menos, en Occidente. Desde la pasada primavera, en Europa y América han ido poco a poco levantando restricciones, eliminando la obligatoriedad del bozal en la mayoría de ámbitos. Sin embargo, en España siempre vamos a remolque y somos todavía uno de los pocos países de Europa donde aún hay que llevar bozal en el transporte público. Es precisamente bajar al metro o subirse en un autobús lo que te recuerda que la distopía sigue ahí, donde casi todos los pasajeros van con la expresión mutilada a estas alturas de la partida. Sin embargo, donde no es obligatorio, como supermercados o centros académicos, el bozal ha sido relegado a un papel testimonial y ya sólo los más temerosos lo siguen llevando. Y en la calle, menos aún, casi nadie lleva ya bozal. El bozal es la mayor señal de esta distopía covidiana y su casi total desaparición nos hace al fin ver la luz al final del túnel.
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